Bájale la exposición que te sale el lector quemado

He leído a otros autores novatos, pero sobre todo me he leído a mi mismo hace dos años, que es una experiencia que no le recomiendo a nadie y por la cual debo pedir perdón a un par de personas. Seamos claros: Demasiada paja.

Hoy voy a hablar de como arruinamos nuestra ficción metiendo un exceso de exposición, de escenas y de personajes que no aportan al guion. Una práctica en la que tendemos a caer los escritores1 y que atenta contra los cuatro gatos que nos leen, matándolos de aburrimiento.

¿Exposición? ¿Eso no era lo de la cámara del móvil?

Sí, lo es ¿Y qué pasa cuando la subes mucho? Que se te «quema» la foto. Que es la palabra que usan los sommeliers de la fotografía para decir que te sale muy blanca porque hay demasiada luz.

Otro ejemplo: Baja la persiana, quédate ahí solo, contempla la inmensidad del abismo. Cuando puedas ver de nuevo sin la necesidad de luz, sube la persiana. Así se sienten tus lectores cuando les metes un párrafo de catorce páginas sobre la evolución de la política del Reino de Yandere y sus diecisiete conflictos dinásticos.

El exceso de exposición es el déficit de sutileza al darnos información del mundo que hemos creado.

Cuando esto se manifiesta en forma de volcados de información tenemos como resultado algo a lo que a un fanático de una saga le encantaría2, pero que al lector que no te conoce se la pela bastante.

Otra forma de «quemar» a tus lectores es cuando un personaje le explica a otro algo que ya debería saber, el manido «como ya sabes». No es que esté prohibido, pero debe cuadrar bien con el contexto y el personaje. Una generalización de esto sería alterar el comportamiento del personaje para que exponga datos.

Finalmente mencionaría también el añadir escenas dirigidas a mostrar un elemento del mundo, ya sea una localización, un dato o un personaje sin que esta escena contenga un hecho que sea relevante para la trama ahora o más adelante3. Estas escenas, aunque estén bien construidas, son paja y si tienes a un buen editor detrás, como paja arderán.

P-Pero ¿porqué es tan malo?

Na, si estás escribiendo para ti mismo no hay problema. Ya puedes dejar de leer la entrada.

Ya que escribir es comunicar mediante el acto de la palabra escrita, temo que si tu intención es comunicar a terceros para contarles una historia, va a ser necesario que controles qué pones en la página, cuando y como.

La composición de una novela necesita cumplir con muchas exigencias para mantener al lector interesado y unas cuantas de ellas se pueden ver amenazadas por el exceso de exposición.

Pérdida de ritmo

En la ficción hay ritmos, como en la música. Para definirlos podemos usar los binomios Lento y Rápido o Relajado y Tenso. Cuando tienes que meter exposición por necesidad, te podrás permitir explicaciones más largas en una escena lenta o relajada, pero cuando la exposición sea excesiva el ritmo cambiará de lento a ausente.

Las consecuencias: El lector pierde la motivación para seguir leyendo. La novela está en punto muerto, no avanza. En el mejor de los casos el lector pondrá los ojos en blanco y buscará el final de la parte aburrida para seguir leyendo desde un párrafo en el que vuelvan a pasar cosas.

Aburrimiento

Si lo anterior se extiende durante demasiadas páginas o se repite con frecuencia, el ritmo general de la novela será de «no progreso».

Un autor que abuse de forma continuada de explicarle cosas al lector sin habérselo ganado terminará por hacer que sus libros acaben cubiertos por la baba de sus víctimas, que habrán hallado entre sus páginas la respuesta a su insomnio. La exposición es un premio para el escritor, se lo tiene ganar después de haber escrito pasajes emocionantes.

Signo de mala calidad

El autor que abusa de la exposición genera obras de una calidad cuestionable que no son capaces de cumplir con el objetivo de entretener a sus lectores y por ello puede dañar una reputación que cuesta mucho de labrar y es muy fácil de perder4.

Entonces ¿Dejo todo sin explicar y ya?

Tampoco nos vayamos a los extremos, el estado de la variable exposición no se puede representar con un solo bit. Como no queremos que nuestros lectores vayan dando tumbos en una sala blanca donde pasan cosas que a veces no pueden entender, hay explicaciones que deben darse, la cuestión es cuáles y como.

El clásico: Mostrar y no contar

Cuando creas que una información sobre el mundo puede ser interesante o necesaria para que el lector comprenda la trama, puedes explorar distintos modos de exponerla:

  • Diálogo : La información que queremos exponer se entreteje en las formas de hablar de los personajes. Esto no significa que puedas poner a un personaje a decir «como ya sabes, nuestro dinero se llama euro, porque lo emite el banco central de la unión europea» pero sí puedes añadir algunos elementos y explicaciones que no rompan al personaje y puedan ser útiles para el lector. Las posibilidades incluyen, pero no se limitan a:
    • Interjecciones: Revelar como se llama el dios, dioses o figuras de poder a través de las exclamaciones de los personajes «¡Domi misericordioso!«
    • Explicaciones contextualizadas: Puede que el personaje al que le están explicando algo sí necesite esa explicación, ahora bien, luego veremos que esta no debe ser extensa.
    • Anécdotas e interrogatorios: Quizá un personaje pueda informar a otro de un suceso relevante para la trama, el diálogo puede llevar a un intercambio de preguntas y respuestas que revelen información al mismo tiempo que generen un ritmo tenso.
  • Acciones: Durante la narración, los personajes pueden interactuar con su entorno. No expliques como funciona el generador de alimentos, muestra a un personaje utilizando el aparato.

Delega en tus lectores

No son tontos, ellos también tienen imaginación y puedes confiar en que sabrán usarla para rellenar esos aspectos de tu mundo que pueden no ser relevantes para la trama. Siempre estás a tiempo de introducir un detalle más adelante, cuando sea relevante, aunque contradiga a su imagen mental. Sobrevivirán.

En aquellos elementos que sí puedan ser necesarios entender, pero que no sean obvios en primer lugar, guardate el as en la manga. Aquellos lectores que lo pillen sentirán satisfacción por haberse dado cuenta y los que no, quizá te pregunten en redes y digan algo como «buah, es que el pavo lo tenía todo pensado desde que salió del ascensor» cuando les respondas.

No dejar todas tus cartas sobre la mesa deja a tus lectores la posibilidad de teorizar. Solo asegurate que cada cabo suelto termina encontrando su otro extremo en algún momento, aplicando el principio del arma de Chéjov.

Me vas a llamar pesado pero…

¡El ritmo! Antes he dicho que poder exponer es la recompensa para el escritor, eso significa que mientras sepas colocar las explicaciones en un punto de la obra en la que no sea disruptivo para el ritmo de la misma, mejor.

Si pones demasiada exposición al principio de la obra, tus lectores no pasarán de la primera página. Si la pones en una situación de suspense o de tensión sus ojos obviarán párrafos enteros y si la pones en una situación relajada detienes el progreso. Parece que no hay situación buena para poner exposición.

La realidad es que debe adaptarse al nivel de tensión que tenga la escena, debe estar integrada en acciones y diálogos creíbles, pero ante todo, la exposición debe darse en el momento que sea necesaria.

A más simple el concepto, más tensa pueda ser la escena en la que se introduce. Por el contrario, si el concepto es muy complejo no solo deberá exponerse preferiblemente en escenas más relajadas, sino que es posible que deba fraccionarse. Fraccionar un concepto puede darte pedazos de diversa complejidad que quizá puedas colocar en escenas más variadas. Lo ideal sería que el puzzle esté montado cuando sea necesario.

¡Mételo en tu biblia! ¿No tienes? ¡Hazte una!

A veces, lo que sucede es que tu cabeza no deja de darle vueltas a una idea que te gusta mucho, pero la cual no es el momento de incluir en tu obra. Las ideas se alteran y mutan cuando están dentro de tu cabeza, en muchas ocasiones terminan olvidadas, lo sabes, por eso te produce ansiedad no darles un uso inmediato.

Necesitas un segundo cerebro que te permita almacenarlas hasta que las necesites. Puede que en futuras entradas hable de libros como Building a Second Brain, de Tiago Forte. Libro que me estoy leyendo en la actualidad y del cual estoy sacando amplias ideas para esta clase de organización.

Ejemplos en la literatura popular

Si nos vamos a literatura popular, especialmente en ficción especulativa, es más fácil encontrar obras con exceso que obras con carencia de información:

Tenemos ejemplos como Dune, donde la información se presenta de forma gradual, siendo una novela compleja a la par que emocionante. En Un mundo feliz vamos conociendo el funcionamiento de la sociedad a través de las interacciones del protagonista con ésta.

Si estáis pensando en hacer que vuestro personaje sea un viajero de otro país, planeta o universo para poder quedaros a gusto explicando el mundo a través de sus habitantes os invito a visitar la siguiente web (en inglés): Trapped in Another World

Fuera de la ficción especulativa y manejando la exposición y el subtexto con gran maestría merece ser mencionado El Gran Gatsby, donde se nos describe una parte de la sociedad donde las apariencias son muy importantes y los personajes expresan sus intenciones y su historia de forma indirecta.

Conclusión

El exceso de exposición en la ficción es una práctica común entre escritores novatos que puede arruinar la calidad de sus obras y aburrir al lector. Este déficit de sutileza en la entrega de información del mundo creado por el autor se manifiesta en forma de volcados de información, personajes que explican lo que ya deberían saber, y escenas que no aportan nada a la trama.

Estas prácticas pueden provocar una pérdida de ritmo y aburrimiento en la novela, y generar una obra de mala calidad que no logra cumplir el objetivo de entretener al lector. Por tanto, es importante controlar qué se escribe, cuándo y cómo se escribe, para mantener al lector interesado en la historia.

Sin más, me despido. Escribid, que no os hará daño.

Notas al pie

[1]: Especialmente los que escriben ficción especulativa.
[2]: Y a nosotros como escritores nos encanta porque resulta que somos fanáticos de nuestras propias obras.
[3]: Hablaré de los foreshadowing en una futura entrada del blog
[4]: Por supuesto, esto no es el fin de tu carrera, siempre puedes sacar otro libro… Y otro y otro más. Tarde o temprano algún lector encontrará interesante alguna de tus obras mejor refinadas y podrá perdonarte si escarba demasiado profundo en tu oscuro pasado.

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